Dos polígonos eólicos amenazan la cordillera Cantábrica
© Jorge Sierra

José Luis Tellería Catedrático retirado. Universidad Complutense de Madrid https://www.ucm.es/bcv/jose-luis-telleria
Comenzaré indicando que estoy a favor de las energías limpias porque luchan contra el cambio climático, un reto tan importante como la conservación de la biodiversidad. Ambas estrategias están avaladas por la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (vigente en España desde 1994) y el Convenio sobre la Diversidad Biológica del PNUMA (1993), dos compromisos éticos ineludibles para quienes no queremos dejar a nuestros hijos un planeta feo, esquilmado, disfuncional y peligroso. Por eso somos de WWF España, leemos Panda y ojeamos preocupados el Informe Planeta Vivo sobre las tendencias de la diversidad biológica mundial.
Sin embargo, hay circunstancias en las que estas dos estrategias conservacionistas pueden colisionar. Por ejemplo, las montañas españolas son espacios biodiversos que ofrecen en sus crestas ventosas un recurso clave para la producción de energía eólica. Su explotación implica la instalación de grandes aerogeneradores, pistas, antenas y tendidos eléctricos, contaminación (visual, sonora…) y el trasiego de personas y vehículos. Como numerosos estudios han demostrado el impacto negativo de estas instalaciones sobre la biodiversidad, parece lógico evitar este conflicto alejándolas de los lugares más sensibles.
La sierra de Gistredo y el Alto Sil (León) es un baluarte del oso pardo que aloja, además, la última población de urogallo cantábrico. Ambas especies están En Peligro de Extinción según el Catálogo Español de Especies Amenazadas, una inquietante distinción entre las 70 000 especies que viven en nuestro país. Según la ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, queda prohibida “la destrucción del hábitat de especies en peligro de extinción, en particular del lugar de reproducción, invernada, reposo, campeo o alimentación”, por lo que a nadie extrañará que los intentos por convertir estas montañas en una mega planta eólica hayan activado una gran oposición.
Es importante resaltar que no solo se trata de conservar estos animales puesto que la sierra de Gistredo y el Alto Sil se enmarcan en el Sistema Agrosilvopastoril de las Montañas de León, reconocido como Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial por la ONU. Albergan, además, un Área importante para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA 015 Sierras de Gistreo y Coto). Se trata, en resumen, de un entorno privilegiado por su paisaje, tradiciones e historia (por aquí discurre el Camino Olvidado) que algunos ayuntamientos, como el de Páramo de Sil, quieren poner en valor mediante una gestión armónica de su territorio.
Durante las últimas semanas se ha avivado el debate sobre la protección de estas montañas ante la insistencia de Repsol por desplegar un macroproyecto eólico. Anteriores intentos, objeto de numerosas alegaciones, fueron rechazados por la administración autonómica y central pero el peligro continúa porque la petrolera insiste en la creación de dos nuevos polígonos eólicos. Esto ha desatado una nueva ola de alegaciones y pronunciamientos por pequeñas (como la Plataforma para la Conservación de la Cordillera Cantábrica) y grandes organizaciones (como WWF España), algún ayuntamiento y muchos particulares. Creo que es relevante citar el reciente manifiesto de 270 científicos donde nos oponemos al proyecto de Repsol e indicamos que “la transición hacia energías renovables nunca debe comprometer el patrimonio natural de la cordillera Cantábrica ni de otros territorios”. Ahora, todos esperamos esperanzados una resolución administrativa que zanje de una vez por todas esta triste historia.