No hay agua pa’ tanto

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España es muy vulnerable a las sequías. En pocas décadas, si no tomamos medidas, seremos uno de los países de Europa que suframos mayor estrés hídrico. Lamentablemente, seguimos escuchando discursos que repiten una y otra vez que la falta de agua se resuelve con más desaladoras, nuevos embalses y trasvases, pero estas opciones son falsas soluciones mágicas que la realidad desmiente. En España hay más de 1230 grandes presas que, en algunos territorios, frecuentemente están casi vacías debido al mal uso que se hace del agua. Y, por otro lado, las desaladoras tienen un considerable consumo energético que puede no hacerlas rentables, ni tampoco sostenibles, en muchas zonas. 

Lejos de caer en el pesimismo, la buena noticia es que sí hay soluciones frente a la sequía. Necesitamos que las administraciones públicas pongan en marcha una transición ecológica que incluya una nueva gestión del agua que reparta de un modo social y ambientalmente justo este recurso público esencial. El hecho de que España sea el principal productor de aguacates de Europa en zonas con escasez de agua es un disparate ambiental, social y económico, al igual que seguir invirtiendo en macroproyectos turísticos o tirar miles de toneladas de alimentos. La producción de alimentos y la gestión del territorio deben gravitar sobre los límites de la sostenibilidad.

Para cultivar un kilo de aguacates se necesitan 1200 litros de agua. Pero al mismo tiempo, cada vez hay más localidades en zonas rurales (como en la demarcación del Ebro) donde ya no pueden beber agua del grifo porque está contaminada con nitratos procedentes de macrogranjas y otras explotaciones intensivas.

Debemos romper el falso mito de que hay agua para todo. El agua no es infinita y las lluvias no solucionan la falta de recursos. La solución pasa porque las diferentes administraciones gestionen este recurso público de una manera sostenible, evitando el derroche.

Del mismo modo que hablamos de transición energética y se avanza hacia las energías renovables, debemos empezar a hablar de una rápida y profunda transición hídrica. Una transición con medidas necesarias como cambiar el sistema alimentario y hacerlo más sostenible, promoviendo prácticas de cultivo y ganadería adaptadas a nuestra realidad climática y minimizando el desperdicio alimentario; diversificar las fuentes de recursos y promover políticas de ahorro efectivo en el uso de agua doméstica, industrial y regadío; disminuir la extracción de agua de acuíferos, ríos y humedales, y acabar con todos los pozos ilegales y el robo del agua.