Stop plaguicidas, queremos biodiversidad
© Jorge Sierra / WWF España
Juan Carlos del Olmo Secretario General de WWF España @jcdelolmowwf
Hoy somos conscientes de la urgencia de terminar con la adicción a los combustibles fósiles que mueven nuestro sistema energético, pero aún estamos muy lejos de entender la necesidad de acabar con la dependencia de los plaguicidas y otras sustancias químicas de síntesis en los que se basa nuestro sistema alimentario y que están exterminando silenciosamente la biodiversidad y convirtiendo nuestros campos de cultivo en desiertos verdes sin plantas silvestres, ni aves, ni insectos, ni vida salvaje alguna.
De hecho, una de cada diez especies de abejas y mariposas de Europa está en peligro de extinción y un tercio está en declive, debido fundamentalmente a la intensificación de la agricultura y al uso desmedido de plaguicidas que alteran su sistema nervioso e inmunológico y su capacidad para orientarse. La hecatombe es de tal magnitud que las poblaciones europeas de abejorros y mariposas se han reducido en casi un 30 % en solo treinta años y en algunos espacios naturales de Alemania más del 75 % de los insectos voladores ya ha desaparecido. En España, el país europeo con más biodiversidad pero a la vez líder en ventas de plaguicidas, la agricultura intensiva e industrial crece sin parar acorralando a la tradicional y donde inmensas extensiones de terreno cultivable se están transformando en espacios vacíos de biodiversidad.
Además de un desastre ambiental, es un sinsentido económico, porque cerca el 80 % de las especies de flores silvestres y de los cultivos europeos dependen de los insectos polinizadores para garantizar la variedad y calidad de sus frutas y semillas. Los plaguicidas también suponen un grave riesgo para la salud de agricultores y consumidores, al estar claramente asociados al cáncer, problemas reproductivos, trastornos hormonales y problemas respiratorios, y eso a pesar de los límites establecidos por las regulaciones europeas.
A pesar de ello y de las evidencias científicas, la Comisión Europea ha decidido renovar durante diez años más el uso del glifosato, un herbicida calificado como “sustancia probablemente cancerígena” por la Organización Mundial de la Salud y con el que cada año se riegan literalmente nuestros campos.
Lamentablemente esta no es la única victoria del lobby de la industria química y de la poderosa industria de la agricultura intensiva en Europa. Gracias a su enorme poder de presión, el Parlamento Europeo ha rechazado también la propuesta de reglamento sobre el uso sostenible de productos fitosanitarios, lanzada por la Comisión Europea, con la que el Ejecutivo comunitario pretendía fijar objetivos vinculantes para reducir en un 50 % la utilización de pesticidas químicos para 2030.
Para justificarlo, una vez más la industria y la Comisión Europea esgrimen el fantasma del desabastecimiento, el aumento de los precios y de la rentabilidad para los agricultores, argumentos insostenibles e incoherentes cuando un tercio de los alimentos producidos terminan en la basura. La realidad es que es imprescindible reducir drásticamente la dependencia de los plaguicidas y abordar cuanto antes el cambio a la agroecológica si queremos evitar la extinción de insectos y polinizadores, restaurar la naturaleza y producir alimentos más saludables.
Afortunadamente en España crece a buen ritmo la superficie de agricultura ecológica y cada vez somos más quienes reclamamos alimentos más sanos y respetuosos con la naturaleza. Pero no compensa ni de lejos el actual uso desmedido de plaguicidas, que son la verdadera plaga con la que hay acabar. Gracias a tu ayuda no nos rendimos y seguiremos trabajando hasta conseguir una agricultura sana y aliada de la biodiversidad.