Crímenes contra la fauna salvaje

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Los crímenes contra la fauna y el tráfico de especies no son solo problemas lejanos, de Asia o de África: también suceden aquí mismo, en Europa, con consecuencias devastadoras para las especies protegidas. Un oso pardo envenenado en un barranco del Pirineo, un águila perdicera tiroteada, una maleta llena de angulas vivas, pura plata de río, que sale de contrabando por un aeropuerto: son crímenes que siguen sucediendo en Europa, pese a las leyes que amparan a nuestra biodiversidad.

La falta de medios y de formación especializada en la cadena judicial o la creciente sofisticación de los criminales, hacen que la mayoría de estos delitos nunca se detecten o queden impunes. En 2020, las oficinas de WWF en 11 países de todo el continente, desde España hasta Bulgaria, unimos fuerzas para plantar cara a estos delitos con el proyecto LIFE SWiPE (Persecución Exitosa de los Delitos contra las especies silvestres en Europa, por sus siglas en inglés).

Durante tres años, el equipo del proyecto se afanó por desvelar estos crímenes invisibles en distintos frentes: el primero, ponerle cifras, con un esfuerzo pionero que implicó recoger datos de un total de 87 instituciones nacionales y regionales. El resultado es la base de datos de crímenes contra la fauna salvaje más exhaustiva jamás creada en Europa, que servirá como línea de referencia para hacer seguimiento de estos delitos y las medidas de acción.

Tras arrojar luz sobre el problema, era vital que la información llegase a quienes se encargan de combatirlo. Hemos organizado un total de 21 jornadas de formación en toda Europa a las que asistieron casi 900 profesionales, incluidos más de 280 fiscales. Más allá de la teoría, se trataba de compartir información práctica sobre cómo detectar un delito o construir un caso sólido ante un tribunal.

La dificultad de conseguir pruebas sólidas era algo que se mencionaba una y otra vez en esas jornadas. Por eso el LIFE SWiPE también ha servido para demostrar y expandir el uso de buenas prácticas sobre el terreno. En números anteriores de Panda os hemos hablado de los “Centinelas del Veneno”, pero hemos hecho mucho más. Por ejemplo, en el inmenso Delta del Danubio, la policía rumana (en colaboración con WWF Rumanía) ha empezado a usar drones y cámaras trampa para evitar la pesca de esturiones, un animal de la era de los dinosaurios que el tráfico ilegal está llevando al borde de la extinción.

Y en Hungría, nuestros compañeros de WWF han ayudado a formar una unidad canina especializada en detectar trazas biológicas de lobo (como sangre o excrementos) para hacer frente al furtivismo: gracias al trabajo de esos increíbles perros, este verano la policía pudo detener a dos sospechosos de matar ilegalmente a un lobo que hizo un viaje de récord, desde Suiza hasta las montañas del norte del país, de casi 2000 kilómetros.

Queda mucho por hacer, pero al poner estos delitos en el punto de mira y contribuir a su persecución, estamos más cerca de poner a salvo a los tesoros de nuestra fauna salvaje.