Urgente: proteger el agua

© Jorge Sierra / WWF España

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URGENTE: PROTEGER EL AGUA

Las previsiones climáticas apuntan a sequías más intensas que harán más escasa el agua necesaria para la naturaleza y las personas.

EL DESIERTO AVANZA SOBRE LA PENÍNSULA IBÉRICA

El 75 % de nuestro territorio está en peligro de sufrir desertificación por una combinación de lluvias cada vez más irregulares, el aumento significativo de la temperatura y el maltrato a nuestros suelos y bosques.

Más de 9 millones de hectáreas corren riesgo alto o muy alto de desertificación, principalmente en el tercio sur y los dos archipiélagos. La sobreexplotación de acuíferos, el crecimiento insostenible del regadío, el abandono de la tierra y su degradación están afectando a la fertilidad del suelo y a su capacidad para retener la humedad. Esto, junto con la intensificación de los periodos de sequías extremas como consecuencia de la crisis climática, está afectando a la disponibilidad de recursos naturales y a la seguridad hídrica y alimentaria de nuestro país.

Pese a la extrema vulnerabilidad frente a la sequía y al riesgo de desertificación, España está fomentando un modelo de gestión insostenible que prioriza el agua para los cultivos de regadío intensivos e industrializados. El agua para estos cultivos depende de las extracciones de embalses, trasvases y acuíferos para prosperar, mientras que la ganadería extensiva y la mayoría de las hectáreas de cultivo del país aún dependen directamente de las precipitaciones directas.

© Juanjo Carmona / WWF
Teresa Gil, responsable del Programa de Aguas de WWF, en el complejo lagunar Dulce-Santa Olalla, Doñana.
© ONER Estudio / WWF
Desoladora vista aérea del Parque Nacional Tablas de Daimiel.

UN PAÍS DE SEQUÍAS

Las sequías siempre han existido en España, pero cada vez son más extremas y frecuentes. Para entender bien el problema es necesario diferenciar entre la sequía meteorológica, que se da cuando hay una escasez continuada de precipitaciones, y la sequía hidrológica, que se produce ante la menor disponibilidad de aguas superficiales y subterráneas respecto a los valores medios en un sistema de gestión (cuenca o subcuenca) durante un determinado periodo y que puede no cubrir las demandas de agua en su totalidad; es decir, la sequía hidrológica tiene que ver con el almacenamiento y la gestión de los recursos hídricos disponibles.

Entonces, si se trata de un fenómeno habitual de nuestro clima mediterráneo ¿por qué es tan grave la situación? A la escasez hidrológica, que ya es crónica en España por nuestro alto consumo de agua, se han sumado sequías meteorológicas más largas y frecuentes. En el actual contexto de cambio climático, cada vez nos encontramos con un mayor número de días con temperaturas por encima de los 40 °C, que agudizan la sequía debido al aumento de la evapotranspiración en las superficies de agua, suelo, vegetación y cultivos.

El año hidrológico 2021-2022 cerró como el tercero más seco desde que hay registros, según la Agencia Estatal de Meteorología. Y lo peor parece que está por llegar, ya que las previsiones climáticas apuntan a una escasez de agua cada vez mayor, debido a la crisis climática y a la proliferación descontrolada de cultivos de regadío intensivos e industrializados que se beben el 80 % del agua de nuestras cuencas, sin contar con el agua que se consume de forma ilegal, poniendo en riesgo nuestras reservas hidrológicas.

Si no se toman medidas, WWF estima que España será uno de los países europeos con mayor riesgo de sufrir estrés hídrico crítico en menos de 30 años. En 2050 tres cuartas partes de la población española podría sufrir una escasez extrema de agua y ciudades como Sevilla, Granada, Córdoba o Murcia serían las más afectadas en Europa.

En lugar de solucionar los problemas de sobreexplotación que provocan episodios severos de escasez de recursos disponibles en cuanto disminuyen las lluvias, las administraciones gestoras del agua han afrontado las sequías a golpe de medidas urgentes. Nos hemos convertido en expertos en gestionar crisis a base de medidas excepcionales, pero no hemos sido tan eficaces a la hora de predecir y prevenir los impactos de estos fenómenos extremos.

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LOS CULTIVOS DE REGADÍO INTENSIVOS E INDUSTRIALIZADOS SE BEBEN CADA AÑO EL 80 % DEL AGUA.

LA NUEVA CULTURA DEL AGUA

Para evitar este escenario desolador, desde WWF reclamamos un cambio profundo hacia un nuevo modelo de gestión del agua en nuestro país, en el que la demanda se ajuste a la escasez de recursos hídricos disponibles debido a la crisis climática y se persiga y erradique el robo del agua, para garantizar así agua para la naturaleza y las personas.

Las sequías se gestionan cuando hay agua.

En WWF proponemos dos enfoques diferentes para este cambio en la gestión del agua. Primero debemos prevenir cuando hay recursos, mejorando el estado de las fuentes de agua (ríos, humedales y acuíferos) para hacerlos más resilientes al cambio climático y ajustando el uso del agua a los recursos disponibles para evitar su sobreexplotación. También preparando el suelo para aumentar su capacidad de retención de agua. Al igual que los incendios se apagan en invierno, las sequías se gestionan cuando hay agua.

Para ello, se pueden reorientar los fondos públicos, especialmente los de la Política Agraria Común, hacia producciones de alto valor natural (secano y ganadería extensiva), y asegurar una renta digna para estos productores, especialmente si se encuentran en zonas Natura 2000. Además se debe impulsar la transición agroecológica justa, fomentado el apoyo a las buenas prácticas agrarias.

En segundo lugar, en WWF tenemos el convencimiento de que se debe cambiar la gestión del agua, estableciendo una política de precios que reduzca la presión, que incentive el uso racional de los recursos hídricos y que asegure la contribución de los distintos usuarios a la mejora de los ecosistemas acuáticos, de acuerdo con el principio de “quien contamina, o deteriora, paga”, entre otras medidas.

Asimismo, es necesario emprender acciones urgentes para afrontar el impacto de la sequía, aplicando medidas progresivas de ahorro de agua, restringiendo usos no prioritarios y garantizando el correcto abastecimiento a la población y a los ecosistemas naturales para evitar deterioros adicionales.

Las autoridades con competencias han mantenido su empeño, por el momento, de afrontar las sequías a golpe de medidas urgentes y excepcionales. Una vez más, se ha buscado esquivar o adaptar la legislación vigente para mantener la demanda de ciertos sectores productivos que dependen fuertemente de la disponibilidad de agua. Una huida hacia adelante que no plantea, ni siquiera en momentos de grave escasez hídrica, reducir ni adaptar la demanda a un recurso tan limitado y vital como es el agua.

SEIS MEDIDAS PARA UN CAMBIO PROFUNDO EN LA GESTIÓN DEL AGUA

PREVENIR

cuando hay recursos y mejorar el estado de ríos, humedales y acuíferos.

AJUSTAR

el uso del agua a los recursos disponibles para evitar su sobreexplotación.

PREPARAR

el suelo para aumentar su capacidad de retención de agua.

CAMBIAR

la gestión del agua y establecer una política de precios que reduzca la presión.

APLICAR

medidas progresivas de ahorro de agua y restringir usos no prioritarios.

GARANTIZAR

el abastecimiento a la población y a los ecosistemas naturales.

Debemos avanzar hacia una nueva cultura del agua que establezca las incertidumbres, gestione los riesgos y reconozca el papel de los ecosistemas acuáticos sanos y de la biodiversidad como herramientas clave para la adaptación a los fenómenos climáticos extremos, como son las sequías.