El dilema del chuletón

© Suso Garzón

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Hemos vivido un intenso debate en torno a la carne. ¿Chuletón sí o no? Ojalá se pudiese solucionar la crisis del campo, la climática, la de la España vaciada y la de salud contestando a esa simple pregunta. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla.

Pandemias, cambio climático, despoblamiento rural, pérdida de biodiversidad… están íntimamente ligados a un sistema alimentario fallido, que afecta a nuestra salud y a la del planeta. La ampliamente subvencionada intensificación agraria está agotando y contaminando nuestros ríos, desertificando el suelo y deforestando bosques más allá de nuestras fronteras. Todo, para producir más alimentos de los que necesitamos y acabar tirando un 40% a la basura.

No podemos olvidar los problemas de salud derivados de un elevado consumo de proteína animal. De hecho, los expertos recomiendan menos ingesta y que su origen sea de ganadería extensiva, pero el tema se complica si se mete en el mismo saco a ambas.

La ganadería industrial tiene una elevada huella ambiental, porque es completamente dependiente de combustibles fósiles y piensos importados. A esto se añade el impacto de la gestión inadecuada de purines, que contaminan suelo y aguas o la situación en la que se mantiene a los animales. Todo ello supone un coste inasumible para el bienestar de los habitantes de muchos pueblos, de los animales y los ecosistemas.

En cambio, la extensiva aprovecha los recursos naturales mediante el pastoreo. Utiliza razas locales adaptadas al medio, crea empleo, provee alimentos sostenibles y de calidad, contribuye a la soberanía alimentaria y reconecta campo y ciudad a través de los paisajes, la cultura y la gastronomía. Su desaparición conlleva desaprovechar los pastos, importantes sumideros de carbono, e incrementa el riesgo de incendios forestales. En definitiva, el pastoreo es imprescindible para alcanzar los objetivos del Pacto Verde Europeo, de la Agenda 2030 y del Acuerdo del Clima de París. 

El problema es que son precisamente estos ganaderos y ganaderas extensivos quienes no ven una salida digna. Sus alimentos no se diferencian de los de la ganadería intensiva, con la que compiten en desigualdad de condiciones en los lineales. Tampoco encuentran apoyo en las políticas públicas, en especial en la Política Agraria Común, para mantener una renta justa.

Por eso pedimos una Estrategia Estatal por la Ganadería Extensiva, con presupuesto adecuado y que aborde los problemas y las oportunidades del sector. Además, debe diferenciar la ganadería intensiva de la extensiva, promover un etiquetado claro y asegurar precios justos. También debe reconocer la labor de estos productores de alimento y paisaje, en especial la de las mujeres, permitiendo conservar los pastos e impulsando la ganadería extensiva y ecológica.

Si conseguimos su aprobación se habrá dado un gran paso, pero seguirá pendiente el debate sobre qué modelo de alimentación queremos y qué tipo de agricultura y ganadería necesitamos para alcanzarlo.