Por la transparencia en el Mar Menor

© ANSE

Imagen de portada

Mientras lees estas líneas, las aguas cargadas de productos fitosanitarios aún siguen llegando al Mar Menor. Una media de 650 litros por segundo de aguas de drenaje contaminadas entran por las ramblas procedentes de la agricultura industrial que ha colonizado el Campo de Cartagena.

Toneladas de desidia, nepotismo e incompetencia mezcladas con nitratos y fosfatos han convertido esta maravillosa laguna litoral en una pesadilla que cada cierto tiempo vuelve a estallar exponiendo la realidad que se oculta bajo nuestros pies: cómo la agricultura intensiva, dopada con inmensas cantidades de agroquímicos y fuertemente subvencionada por diferentes vías, ha sobrexplotado, contaminado, desecado o eutrofizado no solo el Mar Menor, sino también Doñana, Las Tablas de Daimiel o el delta del Ebro.

La situación es tan grave que el 57% de los acuíferos y el 43% de los ríos, humedales y estuarios de España sufren una contaminación significativa, vulnerando así flagrantemente la directiva de nitratos aprobada hace tres décadas y por lo que la Comisión Europea ha abierto expediente de infracción a nuestro país.

La agricultura industrial fuertemente subvencionada por diferentes vías ha puesto en jaque a todos nuestros humedales ocupándolos, desecándolos o eutrofizándolos como ocurre en Doñana, Las Tablas de Daimiel, el Delta del Ebro o el Mar Menor, en donde el desastre ecológico se repite ante nuestros ojos desde hace años.

En 2016 se produjo el primer gran episodio de anoxia que transformó el Mar Menor en una sopa verde y mató a millones de peces y crustáceos, tal como denunciamos junto con ANSE. Por suerte, el ecosistema empezó a recuperarse, pero en 2019 se produjo un nuevo episodio de eutrofización y un nuevo colapso. El escándalo recorrió las redes, volvió a ocupar portadas y toneladas de promesas de solución llegaron desde todas las administraciones. Pero nada cambió y, de nuevo, este pasado verano las orillas de la laguna volvieron a cubrirse de anguilas, magres, lubinas y quisquillas muertas por la falta de oxígeno ante la mirada indignada de vecinos y veraneantes.

Desde WWF y ANSE hemos denunciado en innumerables ocasiones la pasividad y la connivencia de las administraciones (como en el informe “La burbuja del regadío: el caso del Mar Menor” de 2017, en el que documentábamos que el 20% del regadío en la zona había crecido ilegalmente, unas 8.500 hectáreas de cultivos de hortalizas, cítricos, invernaderos y balsas de riego), que han permitido que se multiplique por diez la superficie de cultivos regados en los últimos cuarenta años y que a causa de las sucesivas legalizaciones ocupan ahora casi 50.000 hectáreas. Un milagro económico para unos pocos sustentado en un desastre ecológico que deberemos solucionar entre todos, porque tampoco en el Campo de Cartagena el que contamina paga.

Pero esta vez el Mar Menor ya no está solo.

La sociedad ha dicho basta y miles de personas organizadas en colectivos y plataformas se han movilizado para combatir la contaminación política y la desinformación interesada y para reclamar soluciones reales, señalando claramente a la agricultura intensiva como principal responsable de la situación de la laguna.

Esa presión pública ha hecho que administraciones como el Ministerio para la Transición Ecológica se hayan comprometido a poner medidas ambiciosas para recuperar a medio plazo el equilibrio ecológico del Mar Menor, pero nada será efectivo sin un cambio radical en este modelo de agricultura y ganadería industrial en el Campo de Cartagena.

Como hemos hecho en los últimos años, desde ANSE y WWF seguiremos trabajando sin descanso para seguir la evolución de la contaminación y exigir que se reduzcan los cultivos intensivos y se eliminen los subsidios públicos, que se persigan y cierren las captaciones y fincas ilegales y que las inversiones se dirijan a soluciones basadas en la ciencia y en la naturaleza, como la instalación de filtros verdes o la renaturalización de grandes superficies en el entorno para garantizar el vertido cero a la laguna.

Contamos con tu ayuda para exigir que esta vez las promesas se hagan realidad y la transparencia llegue a las aguas y la política del Mar Menor.